El 5 de agosto de 1962, a las 4:55 de la madrugada, el jefe
del departamento policial de Los Ángeles, Jack Clemmons, recibió una llamada
inquietante. Su interlocutor era el doctor Greenson, psiquiatra de Marilyn
Monroe, y el mensaje era claro: la actriz había muerto. La sensual rubia pasó a
la historia como una gran figura del cine mundial, pero en la televisión
también fue un símbolo sexual al transmitirse sus películas en la pantalla
casera aunque su trayectoria en televisión no fue tracendente. Monroe fue la
estrella de cine que no cayó en la tentación del aparato electrónico casero, con todo y que se ganaba toda la atención en los programas estelares a los que acudía como invitada. Pese
a la infinidad de biografías y libros que sobre ella se han escrito (incluyendo
su autobiografía, aparecida póstumamente en 1974), en los que se ha podido
percibir esa otra Marilyn que no se ajusta al tópico, aún hoy sigue apareciendo
en primer lugar, o en un lugar muy destacado, en toda clase de rankings más o
menos frívolos: en 1995 fue votada por los lectores de la revista inglesa
Empire como la actriz cinematográfica más sexy de todos los tiempos; la misma
revista, en 1997, la situaba como la octava estrella del cine (masculina y femenina)
más grande de todos los tiempos; y en 1999, la americana People Magazine la
consideraba la mujer más sexy del siglo. Más en www.somoselespectador.blogspot.com