ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- No se concibe un plan presidencialista dictatorial tan perfecto en México sin la presencia de una televisión monopolizada, que incluso dejaba en ridículo a la televisión estatal como tampoco el complemento de una educación deficiente y una habitualidad al entreguismo extranjero. México no es la excepción del dominio masivo por medio de la televisión cuya fuente de direccionismo arrastra sus últimos pasos, ante un espectador que sin los efectos del somnífero, ahora se da cuenta que la realidad en pantalla es diferente a la realidad callejera y al diario acontecer, de ahí el fracaso de productores de televisión cuando se tienen que enfrentar a una taquilla o de los voceros incitadores al voto para un partido y al final sus consejos resultan ser todo lo contrario. Incluso aquel grupo apartado del derecho humano al uso del internet y de la tecnología igualitaria, aún viviendo dentro de un medio de información que era funcional hace cuarenta años como la televisión , también reaccionan ante un nuevo régimen político y están atentos a cambios que para ellos son violentos al no tener ningún grado de anestesia, como aquellos que teniendo un dispositivo digital han visto los cambios de mentalidad y de actuar bajo el resultado del proceso de aclimatación. Hoy el televidente aunque a cuentagotas, observa desde su pantalla antigua, desde como un transexual resulta el ganador de un reality show en un encierro de idiotas, hasta como por primera vez un gobernador desenmascara la corrupción periodística de quienes eran considerados amos de la palabra, brillantes teachers e inobjetables líderes de opinión.